construcción en Santiago

Fue en la comuna de Estación Central que los guetos verticales se hicieron mayormente conocidos por este nombre, donde miles de familias viven en estas monstruosas edificaciones. La falta de un plan regulador claro y definido permitió este vacío legal que se tradujo en un grave problema para quienes ─esperanzados─ compraron un departamento debido al sueño de la casa propia.

  1. Tu casa, pero no tanto

Probablemente una de las mejores sensaciones es llegar a casa después de un largo día de trabajo, sacarse el estrés del día laboral y poder descansar tranquilamente. Esa sensación es solamente un sueño para los vecinos de estos guetos verticales, que viven prácticamente encerrados en sus propias casas. Las casi 500 viviendas por edificio hacen imposible la privacidad que requieren los habitantes de un hogar, y los 20 departamentos por piso permiten, incluso, que tu vecino sea capaz de hacerte una asesoría de moda al verte salir de la ducha debido a la falta de espacio entre un departamento y el otro.

  1. El desafío del cubo Rubik

Además de estar rodeada de personas extrañas durante todo el día, el espacio en que una familia debe vivir es irrisoriamente pequeño (si se considera que por pocas sean las cosas que uno tenga, hay que tener algo más que la propia presencia). Si tu departamento, en uno de estos guetos, llega a los 40 metros cuadrados, siéntete un bendecido de la vida y agradécelo, porque el común ─en edificaciones como ésta─ ¡Es que ni siquiera alcancen los 20! ¿Te imaginas viviendo en un espacio tan pequeño como éste? ¿Que los padres tengan privacidad y los niños puedan jugar? Por mucho que lo piense, me parece casi imposible.

Te lo explico de otro modo. Tienes un pan con palta. Apriétalo, de a poco, pero anda apretando. La palta empezará a chorrear, ¿o no? Una familia que está sometida a ese nivel de estrés y presión reaccionará de la misma manera: estará constantemente “apretada” por los problemas de la convivencia que llegará un momento en que todo explotará con discusiones, peleas y problemas. Cuéntame acaso si no lo has vivido.

  1. La jungla de cemento

¿Te imaginas viviendo rodeada de cemento? ¿Intentar mirar desde tu ventana y no ver más que una enorme edificación? No, no te estoy contando la trama de una película. Esa es, justamente, la realidad de las personas que viven en estos lugares, donde estas invasivas estructuras residenciales se empinan por sobre los 100 metros de altura, impidiendo no sólo la vista, sino que también la entrada de la luz natural e, incluso, de algo tan sencillo y necesario como el viento. Son 42 pisos disponibles para habitar, lo que se traduce en miles de familias requiriendo estacionamientos, por ejemplo, que en un número promedio son cerca de 500, y 12 lavanderías (porque comprenderás que en 20 metros cuadrados de casa no hay espacio para instalar una lavadora).

  1. ¿Dónde se fue mi silencio?

Esta debe ser una de las preguntas más populares en estas edificaciones. El silencio es de esas cosas que se valoran cuando las perdemos: en el día a día quizás no lo percibimos, pero cuando el ruido es constante y uno quiere descansar, se agradece como si fuera uno de los bienes más preciados. Imagina nunca más tener esa sensación de silencio absoluto y que la única solución sea utilizar audífonos hasta para mirar tu dispositivo electrónico para descontarse por un rato, ya que por el día el ruido proviene de las construcciones y, por las noches, de los miles y miles de habitantes que llegan a sus casas.

  1. La paciencia es la madre de todas las ciencias

Díselo a una persona que tiene que esperar todos los días más de media hora por el ascensor de su propio edificio. El burbujeante crecimiento poblacional ha traído consecuencias como éstas: son tantas las personas que viven en el mismo lugar que la espera para bajar de las alturas es casi igual a la del transporte público. ¿Una locura, o no? Además, ni siquiera se consideró la cantidad de habitantes que tendrían estas edificaciones, ya que, en promedio, son sólo tres ascensores por edificio. Algunos vecinos aseguran, incluso, que, por las tardes, a la hora punta, la espera se puede extender hasta casi una hora.

Las desventajas son múltiples y pese a que entendemos la necesidad de contar con una casa propia y el sueño que significa invertir en estas propiedades, hay que tener mucho ojo con las grandes inmobiliarias que por sacarle mayor provecho al metro cuadrado terminan transformando esta oportunidad en tu peor pesadilla.