
En la costa del Pacífico de Panamá y en la costa norte de Perú, un innovador proyecto está transformando la apicultura en una herramienta de conservación biológica y bienestar social. Aquí, mujeres apicultoras de comunidades locales colocan colmenas en los manglares, cosechando miel en un esfuerzo por restaurar el ecosistema y garantizar el sustento familiar. Esta iniciativa transfronteriza está combinando ciencia y tradición para generar ingresos y demostrar que la protección del medio ambiente puede ir de la mano con el desarrollo económico. En un contexto donde la degradación ambiental es una preocupación creciente, este esfuerzo está sentando las bases para un modelo viable y sostenible de conservación que beneficia tanto a las personas como a la naturaleza.
El pueblo de París, en la Bahía de Parita, es el hogar de la Asociación de Mujeres Amantes del Manglar, conocida como Amuram. En este taller bullicioso, mujeres vestidas de blanco trabajan en la apicultura, cuidando de las colmenas que se encuentran en los manglares, un entorno que sirve de despensa y medicina. La apicultora Raquel Pascacio señala la importancia de este trabajo, no solo en la producción de miel, sino también en la preservación de los ecosistemas locales. Al cultivar una relación de simbiosis con los manglares y sus polinizadores, estas mujeres no solo están mejorando su calidad de vida, sino también aportando a la salud de las comunidades agrícolas que dependen de las abejas para la polinización de sus cultivos.
El proyecto, respaldado por el Instituto de Innovación Agrícola de Panamá y la Universidad Nacional de Tumbes de Perú, destaca la importancia de la apicultura adaptada al clima y la investigación científica. Con el uso de sensores para monitorear las condiciones de las colmenas, se están realizando ajustes técnicos que aseguran la salud de las colonias de abejas. Ruth del Cid Alvarado, investigadora del IDIAP, explica que este enfoque permite anticipar problemas generados por el clima, como la alta humedad durante la temporada de lluvias, lo que demuestra que la ciencia puede ser un aliado estratégico en la lucha contra los efectos del cambio climático.
El intercambio de conocimientos entre las comunidades de Tumbes y la Bahía de Parita establece un puente de aprendizaje mutuo, donde las técnicas de cría de melipona, conocidas por producir miel de alto valor medicinal, se combinan con la apicultura de manglares. Los investigadores destacan que, aunque los rendimientos de la miel de melipona son menores, su calidad permite obtener mejores precios en el mercado. Este enfoque hacia una producción más selectiva y consciente invita a las cooperativas a invertir en la infraestructura necesaria para asegurar la calidad de sus productos, así como en el proceso de comercialización, convirtiendo así desafíos en oportunidades.
La relación entre conservación y medios de vida se ejemplifica en cada frasco de miel producido por las mujeres de Amuram. La miel no solo genera ingresos, sino que también actúa como un indicador de la salud de los manglares que las rodean. Los productos de la colmena se convierten en una historia que se cuenta desde los mercados locales hasta las estanterías de boutiques urbanas, creando un ciclo de retroalimentación positiva entre la economía local y la conservación del medio ambiente. A medida que las abejas prosperan, así lo hacen las comunidades, estableciendo un modelo transfronterizo que promete fortalecer la resiliencia de las tradiciones locales, mientras enfrenta los retos del cambio climático.
