La guerra comercial iniciada por la administración de Donald Trump ha tenido un impacto directo sobre el costo de producción de varios productos en Estados Unidos. Los aranceles impuestos a bienes importados de diferentes países han llevado a muchas empresas a incrementar sus precios, afectando así a los consumidores estadounidenses. Entre los sectores más afectados se encuentran la tecnología y la electrónica, donde los productos de empresas como Apple han experimentado aumentos significativos en sus precios debido a los aranceles sobre componentes fabricados en países como China y Vietnam. Los analistas estiman que el costo de un iPhone podría aumentar hasta un 43%, lo que podría llevar a muchos consumidores a reconsiderar sus compras.

En el sector automotriz, los aranceles del 25% impuestos a los vehículos importados han provocado un incremento en los precios de los automóviles para los consumidores. Esta medida ha perjudicado tanto a fabricantes extranjeros como a los propios fabricantes estadounidenses que dependen de partes y componentes importados. Las consecuencias son evidentes, ya que muchos compradores se ven obligados a pagar más por vehículos, afectando la demanda en un mercado ya sensible al precio. La incertidumbre económica generada por esta guerra arancelaria también ha llevado a preocupaciones entre inversionistas, quienes han expresado su ansiedad sobre la estabilidad de los mercados.

Los productos agrícolas no han quedado fuera de este incremento en los precios. Frutas, verduras y lácteos importados de México y Canadá están sujetos a aranceles adicionales, lo que podría encarecer su costo en el mercado estadounidense. La situación es preocupante tanto para los consumidores como para los productores locales, que se enfrentan a una competencia desleal. Por si fuera poco, algunos productos destacados como el aceite de oliva y los vinos españoles también se ven afectados, con aranceles que alcanzan el 20%, haciendo que estos productos sean menos competitivos en un mercado donde ya luchan por posicionarse.

Otro sector que ha sentido el impacto de los aranceles es el de la construcción. Los aranceles sobre la madera canadiense, que podrían llegar hasta el 27%, están encareciendo materiales esenciales. Este aumento no solo impacta el precio de viviendas y proyectos de construcción, sino que también afecta indirectamente a productos derivados, como el papel higiénico, generando potenciales problemas en la cadena de suministro. En un momento donde el mercado de la vivienda se está recuperando, estos costos adicionales podrían frenar el crecimiento del sector de la construcción en el país.

Finalmente, el sector aeronáutico no se libra de las consecuencias de la política arancelaria. Los nuevos aranceles impuestos a las piezas de aeronaves, en particular aquellas provenientes de Europa, afectan la competitividad de empresas que dependen de estos insumos para sus operaciones. Regiones como Teruel en España, que exportan componentes a Estados Unidos, se ven afectadas, lo que podría tener un efecto dominó en la cadena de suministro y afectar la industria aeronáutica en general. En conclusión, los aranceles impuestos por Donald Trump no solo impactan el costo de bienes, sino que crean una compleja red de efectos secundarios que abarcan múltiples sectores de la economía estadounidense.