Los estadounidenses están experimentando un cambio radical en su percepción sobre la enfermedad en el ámbito laboral. La antigua práctica de acudir al trabajo enfermo, que solía considerarse un signo de dedicación, está quedando atrás. Actualmente, los trabajadores valoran más la salud colectiva que la imagen de perseverancia personal. Según una encuesta realizada por Zipfizz y Talker Research, el 31% de los encuestados prefiere que sus compañeros se queden en casa si están enfermos. Este cambio de mentalidad refleja un desmantelamiento de la cultura del «presentismo» que predominó durante años y sugiere un nuevo enfoque hacia la salud en el trabajo.
El impacto de presentarse enfermo no se limita solamente a la disminución de la productividad. El 42% de los participantes en la encuesta expresó que sus relaciones se verían afectadas negativamente si alguien decide asistir a trabajar o a eventos sociales mientras está enfermo. Este dato subraya un cambio significativo en las normas sociales que rigen la responsabilidad individual en entornos compartidos. La percepción de que presentarse enfermo es un acto «egoísta» refuerza la idea de que cada persona debe priorizar el bienestar de su entorno, subrayando que antes que el compromiso, es la consideración por los demás lo que debe prevalecer.
Las generaciones más jóvenes están catalizando esta transformación cultural. La Generación Z y los millennials muestran una fuerte resistencia hacia la idea de trabajar enfermo y están más dispuestos a establecer límites claros en el lugar de trabajo. Para estas generaciones, que han crecido en un contexto de mayor atención a la salud mental y el bienestar, la noción de aguantar una enfermedad es vista como irresponsable. Esto sugiere un cambio en las expectativas laborales, donde la salud y la seguridad se valoran más que el sacrificio, creando ambientes de trabajo donde la crítica a la presentación en estado de enfermedad es más frecuente y aceptada.
El legado de la pandemia de Covid-19 ha sido fundamental en este proceso de cambio. A medida que el 57% de los encuestados admite haber transformado su percepción de la enfermedad a raíz de la crisis sanitaria, se establece un nuevo paradigma donde quedarse en casa por enfermedad se considera un acto de responsabilidad cívica. Sin embargo, esta evolución también tiene tensiones notables: aunque el 86% de los trabajadores se preocupa por su bienestar al ver a otros enfermos en el trabajo, un 21% aún admite haber realizado estas acciones. La dificultad para acceder a días de enfermedad pagados y las presiones económicas continúan siendo obstáculos para muchos, creando una disonancia entre las nuevas normas sociales y la realidad laboral.
A medida que se reconfiguran las actitudes hacia la salud en el trabajo, los estadounidenses también están tomando medidas proactivas para prevenir enfermedades. Un 67% de los encuestados expresó que están bebiendo más agua, el 52% prioriza un sueño adecuado, y el 47% toma vitaminas de forma regular. Este enfoque no solo implica quedarse en casa cuando alguien se enferma, sino que también busca establecer hábitos que minimicen la probabilidad de contraer enfermedades. De seguir esta tendencia, se podría vislumbrar un futuro laboral más saludable donde el bienestar general sea la norma y no la excepción.