El pasado 23 de octubre, el presidente venezolano Nicolás Maduro hizo un llamado a la paz en medio de un alarmante aumento del despliegue militar estadounidense frente a las costas de Venezuela. En su discurso, Maduro no solo instó a la calma, sino que también resaltó el poderío militar de su país al afirmar que Venezuela tiene en su arsenal 5,000 misiles antiaéreos portátiles Igla-S, fabricados por Rusia. Este mensaje se dirigió especialmente a sus aliados internacionales, a quienes agradeció por el soporte, enfatizando la importancia de contar con equipamiento militar moderno para garantizar la seguridad del país. Sin embargo, la pregunta crucial queda en el aire: ¿realmente está preparado el Ejército venezolano para enfrentar una posible escalada de hostilidades con Estados Unidos, a quien algunos expertos consideran un oponente formidable?

El Ejército venezolano, que alguna vez se benefició de la bonanza petrolera bajo el mandato de Hugo Chávez, enfrenta hoy una realidad muy diferente. La crisis económica ha reducido drásticamente el presupuesto destinado a la defensa, con solo un 3 por ciento del total del Presupuesto Nacional asignado a este sector. Esta reducción pone de manifiesto las dificultades que enfrenta el Ejército, que se ha visto despojado de recursos cruciales para su modernización y operatividad. Esto no solo afecta al equipamiento, sino que también repercute en la moral de las tropas, estas últimas golpeadas por un alto número de deserciones. La situación se agrava aún más al notar que hay divisiones significativas dentro del propio régimen de Maduro, lo que cuestiona la lealtad de las tropas en caso de un conflicto externo.

La retórica de defensa de Maduro incluye declaraciones sobre la amenaza del «imperialismo» estadounidense, alineándose con una estrategia que aboga por la protección de la soberanía nacional. Sin embargo, existe una ambigüedad acerca de si el Ejército está realmente preparado para defender a Venezuela o solo a los intereses del régimen de Maduro. Durante las elecciones de 2024, se evidenció una creciente insatisfacción entre los militares, señalando que muchos de ellos votaron por candidatos de la oposición. Esto plantea la posibilidad de un descontento interno en el Ejército, lo que podría complicar aún más su capacidad de reacción ante cualquier amenaza externa. Este descontento interno se convierte en un factor importante a considerar para el futuro del país.

Maduro ha citado expresamente a aliados como Rusia y China como soporte estratégico de Venezuela ante la presión estadounidense. Sin embargo, el tipo de apoyo que estos países estarían dispuestos a brindar en caso de un conflicto directo con Estados Unidos es incierto. La cooperación militar, que ha sido clara en documentos y tratados, puede no traducirse en una intervención decisiva. Analistas señalan que, aunque países como Irán y Cuba pueden ofrecer asistencia diplomática o de otro tipo, la intervención militar directa sería poco probable. La región de América Latina no parece dispuesta a comprometerse militarmente en defensa del régimen de Maduro, lo que deja a Venezuela en una posición vulnerable.

Finalmente, el papel de los supuestos aliados internacionales de Venezuela, como Rusia y China, es crucial para entender el panorama geopolítico actual. Ambos países han apostado por fortalecer sus alianzas con Caracas, pero la cuestión de la injerencia en conflictos ajenos es un tema delicado para ellos. China, en particular, tiene un enfoque de no injerencia que podría limitar su apoyo. Por su parte, Rusia podría estar reticente a arriesgar recursos en una confrontación directa con Estados Unidos. Esto plantea la interrogante de si Venezuela puede realmente contar con un respaldo efectivo en el caso de una agresión militar, ya que las implicaciones de un conflicto no solo afectarían a Venezuela, sino que también tendrían repercusiones a escala global.