El sorpresivo triunfo del Partido Comunista de Chile (PCCh) en las recientes elecciones primarias, liderado por la destacada candidata Jeannette Jara, con más del 60% de los votos, ha marcado un hito en la política chilena. Esta victoria no solo ha descolocado a los partidos tradicionales, sino que ha reconfigurado la dinámica del oficialismo, evidenciando un cambio en la correlación de fuerzas dentro de la coalición de gobierno. A medida que la izquierda comienza a recuperar terreno, muchos se preguntan si este fenómeno representa un cambio estructural en la sociedad chilena o si, por el contrario, es una adaptación superficial al sistema político existente. Para entender mejor esta situación, es crucial analizar tanto el contexto nacional actual como las influencias de las tendencias internacionales que podrían estar jugando un papel en este proceso.

El Partido Comunista de Chile ha mantenido históricamente una postura de resistencia frente al neoliberalismo que se instauró durante la dictadura de Pinochet. Su capacidad de inserción en diversos movimientos sociales, incluidos los sectores sindical, estudiantil, feminista e indígena, le ha permitido conservar una legitimidad que otros partidos de izquierda han perdido con el tiempo. El giro electoral en las primarias evidencia que el PCCh ha sabido canalizar el descontento ciudadano hacia un discurso de justicia social, redistribución y participación popular. Sin embargo, esta victoria ocurre en un contexto de restricción institucional que limita la posibilidad de cambios estructurales profundos en la política chilena, creando un desafío tanto para el partido como para sus nuevas alianzas.

La crisis del modelo neoliberal, acentuada por el estallido social de 2019, ha evidenciado serias fallas en el sistema, como la creciente desigualdad, la inseguridad y la precarización del trabajo. Este descontento popular ha abierto la puerta a demandas de transformaciones estructurales, y el PCCh se ha posicionado como una fuerza relevante para plantear soluciones a estos problemas. Su propuesta de políticas redistributivas y un rol más proactivo del Estado en la economía ha resonado en un sector de la ciudadanía cansada de la inacción gubernamental. Sin embargo, el verdadero reto para el PCCh residirá en su capacidad de formar coaliciones políticas duraderas que permitan llevar a cabo estas transformaciones a nivel nacional.

No obstante, el avance electoral del PCCh no está exento de tensiones y limitaciones. Por un lado, se enfrenta a la presión de moderar su agenda para mantener la gobernabilidad dentro de la coalición oficialista, lo que podría desdibujar su identidad y sus objetivos transformadores. Al mismo tiempo, el PCCh debe lidiar con la oposición de sectores conservadores y de ultraderecha que ven en su fortalecimiento una amenaza a sus intereses. Esta realidad plantea un serio desafío interno para el partido: la necesidad de mantener viva la conexión con las luchas sociales que han sustentado su historia, sin caer en la burocratización, un riesgo latente que ha afectado a otros movimientos de izquierda en la región.

Por último, el fortalecimiento del PCCh debe entenderse en un contexto internacional complejo, donde coexisten la amenaza del ascenso de movimientos autoritarios y neofascistas junto al resurgimiento de alternativas populares que buscan desafiar la hegemonía neoliberal. En este escenario global, el PCCh se erige como parte de una corriente más amplia, junto a otras experiencias progresistas en América Latina y el mundo. Para avanzar, el partido deberá articular una propuesta que contemple la soberanía nacional, la justicia social y el internacionalismo solidario, evitando caer en un nacionalismo excluyente o en una dependencia a ciegas del sistema institucional existente. El futuro del PCCh y su capacidad de consolidarse como una alternativa de cambio dependerán de su firmeza política y claridad programática para enfrentar los retos que se avecinan.