El plebiscito que llevó al triunfo del NO en Chile se consolidó como uno de los hitos más significativos de la historia política del país. En un contexto marcado por un régimen dictatorial que comenzó en 1973 con el golpe de Estado, la movilización de la ciudadanía fue fundamental para enfrentar no solo un sistema opresor, sino también para cuestionar la legitimidad de un plebiscito diseñado por la propia dictadura. Esta lucha se vio impulsada por la memoria colectiva de un pueblo que había sufrido persecución, represión y la violación sistemática de sus derechos humanos. En este sentido, el sacrificio de miles de chilenos que se organizaron clandestinamente contribuyó a crear un ambiente propicio para el cambio, convirtiendo la consulta en una verdadera batalla por la democracia.

En la historia de esta resistencia, la figura de Eduardo Frei Montalva destaca por su coraje al desafiar públicamente el plebiscito y la Constitución propuesta por Pinochet. Su discurso en el Teatro Caupolicán, donde reunió a diversas voces de oposición, simbolizó el nacimiento de un frente amplio que se oponía al régimen. Esta unión de fuerzas, que incluía a movimientos políticos, sociales, religiosos y artísticos, generó una onda expansiva que movilizó a millones de chilenos. A pesar de la brutal represión y de un contexto de censura mediática, la ciudadanía se atrevió a soñar con un futuro distinto y fue capaz de articular estrategias de resistencia ante un enemigo omnipresente.

Desde las primeras movilizaciones de resistencia social, se fue formando un tejido de apoyo entre sectores diversos: estudiantes, profesores, trabajadores, y hasta grupos religiosos. Las manifestaciones por los derechos humanos y las demandas económicas se convirtieron en el motor de un movimiento masivo que instauró la necesidad de un cambio. Estos esfuerzos fueron criticados y reprimidos ferozmente por la dictadura, que no escatimó en recursos para mantener su control. Sin embargo, la lucha por la justicia y la libertad no fue en vano, y las iniciativas de autodefensa que emergieron de la desesperación y el dolor reflejaron un deseo profundo de reivindicación histórica.

La presión internacional no pasó desapercibida y complicó la posición de la dictadura, que comenzó a sentir el peso de las condenas globales. Los gobiernos extranjeros, especialmente de Estados Unidos, se vieron forzados a considerar la posibilidad de un diálogo con la oposición chilena. Aquí, el plebiscito se convirtió en una herramienta no solo de la dictadura para legitimar su poder, sino también un campo de batalla para las fuerzas opositoras. Bajo el lema «NO HASTA VENCER», los partidarios del NO lograron unirse y movilizar a las masas, creando un frente común que dejó en claro su repudio a la violenta Gobernanza de Pinochet.

Finalmente, el triunfo del NO en el plebiscito fue un triunfo no solo electoral, sino también un grito vibrante de un pueblo que había sufrido en silencio durante años. A medida que la noticia de la derrota de Pinochet se esparció, el sentimiento de liberación colectiva se intensificó, llevando a los chilenos a las calles a exigir el fin de la dictadura con un fervor inquebrantable. Con todo lo vivido, se establece que el sacrificio y la acción de multitudes fueron el pilar para cristalizar la idea de que un nuevo Chile era posible. Este evento histórico marca un antes y un después en la lucha por los derechos democráticos en el país, dejándonos una lección invaluable sobre el poder de la resistencia popular.