Valparaíso, 27 de septiembre de 2025. Hernán González, profesor, informa desde Valparaíso que, tras el debate, la derecha chilena vive una lucha fratricida por pasar a la segunda vuelta. Las encuestas, cada una más hipotética que la anterior, muestran a Kast y Matthei avanzando y retrocediendo sin variar la ventaja de la candidata de las fuerzas democráticas y progresistas, que ostenta la delantera desde la primaria oficialista. El centro de la discusión permanece en la promesa de Kast de reducir el gasto fiscal en dieciocho meses, sin detallar siquiera dónde se harían los recortes, lo que genera desconfianza entre analistas y votantes.

En ese marco, la propuesta de recorte se ha popularizado con la figura de las tijeras podadoras que Matthei presentó como versión suave de la motosierra defendida por Milei. Críticos señalan que esa promesa es más una imagen que un plan, y que carece de un mapa claro de medidas y efectos macroeconómicos. Algunos analistas la califican como un manual de cortapalos para reaccionarios, que simplifica problemas complejos sin explicar las consecuencias para servicios públicos, empleo e inversión. En conversaciones con foros y medios, se advierte que la retórica de recorte rápido podría polarizar aún más el electorado sin ganar legitimidad técnica.

En el plano internacional, Milei ha buscado afianzar su posición haciendo gestos ante Trump, a quien identifica como aliado para obtener dólares que le permitan sortear las elecciones y ganar tiempo para reconfigurar su panorama electoral. En paralelo, la derecha europea ha mostrado signos de resistencia ante los paquetes de ajuste: Macron reprime protestas y evita nombrar un primer ministro que sostenga la mayoría, mientras Giorgia Meloni mantiene una agenda de choque que también genera tensiones internas. La narrativa de Bukele como gendarme presidencial y la repetición de métodos de control social se citan como ejemplos de una derecha que apuesta por la fuerza para sostener sus programas. En este contexto, la defensa del secreto bancario por parte de las élites conservadoras se interpreta como una defensa de privilegios ante olas de protesta social.

Del lado de Chile, este baile entre promesas y retóricas genera preocupación entre empresarios y ciudadanía: la confianza en una salida rápida parece escurrirse cuando faltan detalles. El resultado es una combinación de recortes y represión que, según analistas, podría afectar especialmente a los sectores más vulnerables y a las clases medias que ven deteriorarse servicios y protecciones sociales. Las protestas y la persistente expectativa de reformas profundas muestran que la población no está dispuesta a aceptar ajustes sin contrapartidas claras, y la elite conservadora se mantiene a la defensiva ante demandas de mayor transparencia y equidad.

En síntesis, la coyuntura combina promesas de ajuste rápido, alianzas polémicas y una narrativa de orden que, para muchos observadores, representa la última muralla de contención del neoliberalismo en la región. Si las élites políticas logran sostener el respaldo sin ofrecer una visión de desarrollo inclusivo, podrían enfrentarse a un desgaste irreparable ante la presión social. La reflexión de este observador es que, frente a la amenaza de recesión, cambio climático y tensiones geopolíticas, la respuesta no debe limitarse a una versión moderada de políticas anteriores, sino a una reconstrucción de la sociedad que priorice derechos, servicios públicos y gobernabilidad democrática.