El pasado mes, Itajaí se convirtió en el escenario de un hito significativo en el ámbito de la movilidad eléctrica en Brasil, cuando un buque de gran envergadura, más largo que tres calles de la ciudad, llegó al puerto sur del país cargado con 7,000 coches eléctricos e híbridos chinos. Este convoy, conocido como el BYD Explorer No. 1, atrajo la atención no solo por su excepcional tamaño, sino también por ser el cuarto envío de este tipo en el año, marcando un aumento notable en las importaciones de vehículos eléctricos en Brasil. Los vehículos, que incluyen modelos populares como el hatchback Seagull y el SUV Song Plus, llegaron a las costas brasileñas listos para cambiar el panorama automotriz nacional. La afluencia de automóviles eléctricos de esta magnitud está provocando un debate sobre las proyecciones ecológicas y el futuro industrial del país, poniendo de manifiesto la creciente competencia en un mercado donde Brasil aún lucha por hacerse un nombre en la transición de combustibles fósiles a alternativas más limpias.

La llegada del BYD Explorer No. 1 al amanecer, con su casco imponente surcando la niebla matutina, causó revuelo entre los trabajadores del puerto, quienes se reunieron para vislumbrar la descarga de una flota que ha reiniciado el interés por la electrificación en Brasil. Según expertos, Brasil representa una puerta abierta en un mundo where Estados Unidos y Europa están endureciendo sus políticas arancelarias hacia los coches chinos. Lívia Machado, economista de la Fundación Getúlio Vargas, menciona que Brasil, a pesar de estar clasificado en la sexta posición global en ventas de coches, se encuentra rezagado frente a otros países de América Latina en cuanto a la adopción de vehículos eléctricos. A pesar de esta situación, BYD ha registrado más de 22,000 vehículos enviados a Brasil en menos de seis meses, lo que indica un acelerado avance hacia el establecimiento de una sólida presencia en el mercado brasileño.

Este aumento de importaciones ha generado incertidumbre sobre el futuro del sector automotriz en Brasil. En el contexto de un ambiente donde anteriormente se eliminaron aranceles para impulsar el ensamblaje local de vehículos eléctricos, los fabricantes nacionales están presionando para limitar las importaciones. La administración de Lula reintrodujo un impuesto del 10% sobre estos vehículos con miras a equilibrar el mercado, lo cual ha sido criticado por grupos de la industria que temen perder inversiones significativas. Mientras que la política busca proteger la producción local, expertos advierten que las masivas importaciones están desalentando el desarrollo de plantas de ensamblaje, lo que podría resultar en una disminución de empleos y retrasar la necesaria transición hacia un parque automotriz más sostenible.

En respuesta a los desafíos del mercado, BYD ha tomado decisiones estratégicas, como la adquisición de la planta inactiva de Ford en Bahía para establecer su capacidad de producción local. Sin embargo, el progreso ha sido lento, con retratos de construcción y retrasos en la implementación de líneas de ensamblaje que no comienzan hasta finales de 2026. Esto ha resaltado un problema mayor: la cadena de suministro de Brasil aún depende en gran medida de las importaciones de materias primas, impidiendo el desarrollo completo de una industria de vehículos eléctricos autosuficiente. Los críticos señalan que a pesar de la intención de ensamblar en Brasil, gran parte del valor agregado sigue siendo exportado desde China, lo que genera preocupación sobre la sostenibilidad de este enfoque a largo plazo.

La llegada de los nuevos modelos eléctricos y el avance hacia su adopción no solo despierta el interés de los consumidores, sino que también plantea un dilema entre el precio y el patriotismo. Aunque los vehículos eléctricos de fabricación china son más económicos, casi el 50% de los brasileños se manifiestan a favor de apoyar la producción local, aun a un costo adicional. Mientras el presidente Lula da Silva se prepara para la cumbre COP30 en Belém, el país navega por las aguas turbulentas de proteger el empleo local mientras intenta reducir las emisiones en un marco de metas ambiciosas. Con proyecciones que indican que Brasil necesitaría dos millones de coches eléctricos para 2030, la dependencia de importaciones a corto plazo podría ser vital para alcanzar esos objetivos. Al final, el futuro dependerá de decisiones políticas que puedan equilibrar la necesidad de desarrollo sostenible con el apoyo a la industria nacional.