El momento en que nacemos marca el inicio de nuestra existencia, pero también inicia una etapa de la vida que, aunque fundamental, queda en gran parte sin recuerdos. Este fenómeno, conocido como amnesia infantil, ha sido objeto de estudio por neurólogos y psicólogos durante años. La incapacidad de recordar experiencias tempranas plantea interrogantes sobre cómo el cerebro humano procesa y almacena recuerdos desde la infancia. Según el profesor Nick Turk-Browne de la Universidad de Yale, la cuestión central radica en si los bebés crean recuerdos pero no pueden acceder a ellos posteriormente, o si, por el contrario, no tienen la capacidad de formarlos en absoluto durante sus primeros años de vida.

Históricamente, se pensaba que la falta de un sentido del yo completamente desarrollado y la incapacidad de comunicación verbal eran las razones detrás de esta amnesia. Sin embargo, la investigación ha llevado a nuevas consideraciones sobre la capacidad del hipocampo, la región del cerebro encargada de la formación de recuerdos. Turk-Browne indica que el tamaño del hipocampo se duplica durante la infancia, lo que podría significar que los recuerdos de las experiencias primeras no se pueden almacenar adecuadamente, ya que el cerebro no tiene completamente desarrollados los circuitos necesarios. Esta teoría ha sido cuestionada por estudios recientes.

Recientemente, un estudio del propio Turk-Browne mostró que los bebés, a partir de los 4 meses, pueden tener cierta capacidad para recordar imágenes. A través de escaneos cerebrales, se observó que la actividad del hipocampo aumentaba cuando los bebés veían imágenes familiares, lo que sugiere que sí pueden formar recuerdos iniciales. Este descubrimiento abre nuevas interrogantes sobre la naturaleza del almacenamiento de esos recuerdos durante la infancia y por qué podrían perderse con el tiempo. Turk-Browne considera que este estudio es un primer paso hacia una comprensión más profunda de cómo se forman los recuerdos en los bebés.

La profesora Catherine Loveday, experta en neuropsicología, también aporta perspectivas a la conversación, señalando que los niños pequeños pueden recordar eventos a corto plazo, como experiencias en la guardería, aunque estos recuerdos se desvanecen con los años. Según Loveday, la cuestión es cómo esos recuerdos se consolidan y por qué no se mantienen a lo largo del tiempo. Es crucial investigar no solo si los recuerdos se crean, sino cómo y cuándo se olvidan, lo que podría tener implicaciones significativas para comprender la identidad en desarrollo y la narrativa personal que construimos desde la infancia.

Uno de los desafíos más intrigantes en la investigación de la amnesia infantil es la dificultad de distinguir entre recuerdos verdaderos y recuerdos reconstruidos. Loveday sugiere que es posible que los recuerdos a los que las personas creen tener acceso de su infancia no sean realmente evocaciones auténticas de experiencias vividas, sino reconstrucciones influenciadas por relatos ajenos. Este aspecto de la memoria refuerza la complejidad de la conciencia y cómo entendemos nuestra identidad. El profesor Turk-Browne plantea que el misterio detrás de la amnesia infantil nos obliga a reflexionar sobre el núcleo mismo de nuestra existencia y cuáles son los componentes que definen quiénes somos.