Las dinámicas de las carreras electorales en Chile han generado un distanciamiento palpable entre el pueblo y sus representantes políticos. Este fenómeno resulta preocupante, especialmente en un momento en que las realidades sociales urgentes agobian a millones de chilenos y chilenas. El reciente editorial de «El Siglo» resalta esta preocupación, enfatizando que la atención de la ciudadanía debería estar enfocada en temas cruciales como el aumento del costo de vida, la inseguridad y la falta de acceso a salud y vivienda. Sin embargo, parece que el discurso político ha quedado atrapado en el ciclo de acusaciones y defensas entre partidos, lo cual no hace más que exacerbar la desconexión entre las necesidades reales del pueblo y las propuestas que surgen de la élite política.

Es comprensible la inquietud generalizada respecto a las próximas elecciones y su impacto en la conformación del Gobierno y del Congreso, pero esta ansiedad no debería eclipsar las necesidades inmediatas de la población. Las preocupaciones por el aumento del costo de la vida y la seguridad ciudadana son, y deben ser, el centro de atención en este contexto electoral. En lugar de debates vacíos y confrontaciones entre candidatos, se esperaría que haya un diálogo constructivo que realmente aborde cómo se piensan resolver estas problemáticas que afectan a la mayoría de los chilenos.

La responsabilidad recae en los partidos, en especial aquellos de izquierda y progresistas, que deben saber aprovechar este clima electoral para estrechar lazos con la ciudadanía. A medida que se aproximan las primarias, es fundamental que las colectividades políticas muestren un enfoque sensible y empático que priorice las inquietudes del pueblo. Las voces de las familias afectadas por el aumento de la UF y los salarios congelados no pueden ser ignoradas en favor de agendas mediáticas o controversias superficiales. Es un momento crucial para que tanto candidaturas como partidos repiensen sus estrategias de comunicación y conexión con los votantes.

Asimismo, las elecciones deben servir como plataforma para fomentar la organización y movilización social. Las fuerzas de izquierda y los movimientos populares tienen un papel protagónico en la acción política, y es fundamental que se centren en la promoción y defensa de los derechos de las mayorías. En este sentido, más allá de las atribuciones de los partidos, es esencial que los líderes políticos escuchen y se alineen con las demandas de sus bases, transformando la política en una verdadera herramienta de cambio y progreso para todos.

En definitiva, la desconexión entre el pueblo y sus representantes no solo es negativa, sino que también puede resultar perjudicial para el futuro democrático del país. Es urgente que los candidatos y partidos entiendan que sus agendas políticas deben reflejar las realidades cotidianas de la ciudadanía. Reemplazar los intercambios de reproches por un verdadero esfuerzo por escuchar y atender las necesidades esenciales de la población debe convertirse en una prioridad. Solo así se podrá recuperar la confianza perdida y garantizar que el proceso electoral contribuya a la reconciliación y el bienestar de todos los chilenos.