
La Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, planteó preguntas críticas sobre el tráfico de drogas en su reciente rueda de prensa, cuestionando cómo el fentanilo y otras sustancias llegan a Estados Unidos. En su intervención, destacó que, aunque su país está trabajando para combatir este problema, también es responsabilidad del gobierno estadounidense abordar el consumo y la logística que facilitan el narcotráfico en su territorio. La jefa de Estado mexicana enfatizó que, a pesar de los esfuerzos realizados para controlar el tráfico de drogas, es necesario que exista una colaboración real entre ambas naciones, especialmente en lo que respecta a la demanda y el control del tráfico de armas, que alimenta a los cárteles mexicanos.
Los cárteles de la droga operan de manera compleja en Estados Unidos, donde mantienen redes de distribución en ciudades clave. Según investigaciones recientes, se estima que las drogas, una vez cruzada la frontera, son almacenadas en hasta 14 ciudades principales antes de ser comercializadas. Este proceso está facilitado, en muchas ocasiones, por una red de corrupción que incluye a agentes de aduanas y fuerzas de seguridad estadounidenses. El periodista J. Jesús Esquivel ha documentado esta intrincada red en su libro ‘Los narcos gringos’, donde revela cómo los narcotraficantes estadounidenses y mexicanos operan con la complicidad de algunos funcionarios, lo que pone de manifiesto la narrativa de corrupción en ambos países.
Es alarmante, y a la vez desconcertante, que el 70% de las armas utilizadas por el crimen organizado en México provengan de Estados Unidos. La presidenta Sheinbaum subrayó la necesidad de que el gobierno estadounidense tome parte de la responsabilidad en la lucha contra el tráfico de drogas y armas. En su discurso, recordó que México ha presentado múltiples denuncias sobre el tráfico de armas que alimentan la violencia en su país. Esto resalta la urgencia de un enfoque más colaborativo entre ambas naciones, con el objetivo de reducir no solo el narcotráfico, sino también sus devastadoras consecuencias en las comunidades afectadas.
La fiscalización de precursores químicos también ocupa un lugar central en la lucha contra el narcotráfico. Investigaciones indican que más del 90% de los químicos empleados en la producción de drogas en México se importan de Estados Unidos, algo que resulta irónico dado el control que ese país intenta ejercer sobre el narcotráfico en la región. La falta de regulación en la exportación de estos materiales permite que organizaciones criminales en México tengan acceso a lo que necesitan para continuar con su producción. Esto plantea preguntas sobre si realmente existe la voluntad política en Estados Unidos para afrontar esta problemática a fondo.
Finalmente, la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta un reto monumental al negociar con una administración estadounidense que a menudo recurre a la retórica agresiva y militarista. Sin embargo, su liderazgo muestra un compromiso firme por abordar el narcotráfico desde una perspectiva de salud pública y justicia social. En sus declaraciones, ella sostiene que es fundamental que el gobierno estadounidense asuma la responsabilidad de su propia demanda por drogas, que es la raíz del problema. En este sentido, la presidenta se alza como una figura que busca recuperar la dignidad y el respeto para su país en una lucha que debe ser conjunta, dejando claro que las soluciones deben ir más allá de la criminalización y buscar un verdadero bienestar para ambas naciones.