
En el contexto político actual, se observan preocupantes tendencias silentes en los discursos de los candidatos a la presidencia de Chile, donde se constatan silencios, omisiones y posturas esquivas en relación a una de las temáticas más críticas de nuestra era: la política exterior. En vísperas de las elecciones del 16 de noviembre, los ocho postulantes a La Moneda han tratado de manera superficial las complejidades de la situación internacional, lo que genera malestar en una ciudadanía expectante. En un momento en que América Latina enfrenta graves desafíos, desde el uso de la fuerza hasta la falta de respeto al derecho internacional, los electores carecen de un panorama claro sobre cómo los futuros líderes abordarán estos temas, abriendo la puerta a especulaciones y temores sobre un posible alineamiento con prácticas injerencistas y militarizadas.
Particularmente alarmante es la falta de posicionamientos firmes por parte de candidatos de derecha y extrema derecha, que han expresado posturas que no solo sugieren, sino que justifican la intervención militar en países vecinos como Venezuela. Estas propuestas sugieren un peligroso giro hacia políticas agresivas que podrían comprometer la paz y la estabilidad regional. El respaldo a doctrinas como las de Donald Trump y la hostilidad hacia naciones como Cuba son indicativos de un posible camino belicista que desdibujaría las fronteras de la diplomacia chilena, convirtiendo al país en un actor agresor en la arena internacional.
Adicionalmente, durante la campaña electoral se ha evidenciado un notable desinterés en el debate sobre política exterior, tanto en los círculos académicos como en los medios de comunicación. Cuestionamientos cruciales sobre relaciones con potencias como Estados Unidos, el papel de las bases militares en la región y la postura de países vecinos ante la intervención de fuerzas externas han sido en gran medida ignorados en los debates y las entrevistas, dejando a los votantes en la incertidumbre sobre la dirección que podrían tomar las relaciones internacionales de Chile tras las elecciones.
En contraste, la candidatura oficialista parece ofrecer un enfoque alternativo, prometiendo una política exterior que enfatiza el respeto por los principios de multilateralismo y cooperación. Esto podría traducirse en un Chile que favorezca el diálogo y el entendimiento por sobre la hostilidad y la guerra, abogando por relaciones internacionales más equitativas. Sin embargo, el compromiso de esta candidatura por rechazar intervenciones militares y fomentar la integración regional aún será objeto de escrutinio, y la ciudadanía necesita claridad y compromiso real en esta área crítica.
Los resultados de las elecciones de noviembre no solo determinarán el destino interno del país, sino que también marcarán el rumbo de Chile en la comunidad internacional. En este sentido, las silenciosas omisiones y evasiones en política exterior por parte de los candidatos podrían tener consecuencias desfavorables, alineando a Chile con posturas de agresión y división en lugar de promover la paz y el entendimiento. Como país, es fundamental que los electores exijan claridad sobre la política exterior, para evitar caer en escenarios donde el Chile de mañana no se distinga por su diplomacia, sino por su militarización y alianzas peligrosas.
