
En la actualidad, la discusión sobre las relaciones colectivas de trabajo en Chile se ha vuelto insostenible, dado el contexto de cambio que se exige con urgencia. Luis Villazón León, abogado y experto en políticas del trabajo, destaca la necesidad de avanzar hacia un modelo de negociación colectiva que no se limite a las empresas individuales, sino que abarque sectores enteros, permitiendo así mejores condiciones laborales y derechos para todos los trabajadores. La fragmentación sindical que se observa en el país, con más de 14.000 organizaciones, la mayoría de las cuales son pequeñas y carecen de representación real, resalta la incapacidad de los trabajadores para articular una voz colectiva que les permita exigir condiciones dignas en sus trabajos. Sin duda, este es un dilema que requiere atención inmediata para restablecer el equilibrio de poder en el entorno laboral.
El fenómeno del neoliberalismo ha moldeado las relaciones laborales en Chile desde el Plan Laboral de 1979, cuyos efectos aún permanecen vigentes más de 40 años después. Este diseño institucional, que se impuso durante la dictadura de Augusto Pinochet, ha desarticulado el poder político de los trabajadores y ha reducido la negociación colectiva al ámbito de cada empresa. Este marco legal no solo ha restringido el derecho a huelga, sino que ha creado un entorno donde las voces de los trabajadores están aisladas, eliminando la posibilidad de desarrollar un proyecto social y político común que permita transformar las condiciones laborales y económicas del país.
Según Villazón León, la urgencia de un cambio estructural no solo implica modificar las leyes, sino también repolitizar el mundo del trabajo. Es vital reconocer que las relaciones laborales son intrínsecamente políticas y sociales, repercutiendo en la distribución del poder en la sociedad. Para lograr un cambio real, es necesario reforzar la titularidad sindical, garantizando que las organizaciones puedan representar a los trabajadores sin obstáculos ni represalias. Este approach no solo empoderaría a los trabajadores individualmente, sino que fomentaría una verdadera cultura de solidaridad y colaboración entre sindicatos para enfrentar los desafíos contemporáneos.
Asimismo, se debe reconstruir el derecho a huelga, no como un recurso excepcionadamente restringido, sino como una herramienta legítima de lucha en pro de los derechos laborales. La OIT ha señalado la huelga como un elemento esencial que acompaña la libertad sindical y la negociación efectiva. Por lo tanto, repensar estos derechos en el contexto chileno es crucial para devolver al trabajo su carácter de espacio de resistencia y transformación, en lugar de relegarlo a una mera transacción económica. Esto sería un paso decisivo hacia la construcción de un sistema que considere la justicia y la dignidad laboral como pilares fundamentales.
Finalmente, el desafío que enfrenta Chile es monumental pero necesario: transformar un modelo que ha mantenido al trabajo en una posición de subordinación cultural y económica hacia otro que promueva la participación, la solidaridad y la dignidad. Como bien señalan diversos juristas, el derecho del trabajo no puede ser considerado únicamente desde una perspectiva técnica; debe ser visto como un campo de lucha donde se disputan los principios de justicia y ciudadanía. La oportunidad actual es convertir a los trabajadores en actores protagónicos de su propio destino, rescatando la voz colectiva de quienes producen la riqueza y enfrentando la desigualdad en su forma más cruda.