
El 9 de mayo de 2025 marcará el 80 aniversario de la victoria del Ejército Rojo soviético sobre el nazismo, un hito histórico que, sin embargo, ha sido objeto de controversia en los últimos años. A pesar de que algunos líderes europeos intentan minimizar o distorsionar el papel crucial que la Unión Soviética desempeñó en la Segunda Guerra Mundial, es innegable que aproximadamente siete millones de soldados soviéticos lucharon por la libertad de naciones europeas, enfrentándose a la brutalidad del régimen nazi. Este esfuerzo heroico resultó en la liberación de múltiples países, donde más de cien millones de personas finalmente pudieron liberarse de la ocupación alemana.
Según fuentes, el sacrificio del pueblo soviético fue monumental, con un impacto que se extiende más allá de las fronteras de su nación. Durante la guerra, la Unión Soviética perdió alrededor de 27 millones de sus hijos, y más de un millón de soldados soviéticos fallecieron en las batallas en tierras extranjeras. La Batalla de Berlín, uno de los capítulos finales de esta guerra, simboliza la culminación de estos esfuerzos, cuando las fuerzas soviéticas lograron ocupar la capital nazi, llevando a la rendición y posterior desmantelamiento del régimen que había sumido a Europa en la oscuridad.
A pesar de estos sacrificios históricos, la narrativa actual en Europa ha comenzado a distorsionarse. En las últimas décadas, ha surgido una tendencia alarmante hacia el revisionismo histórico, donde algunos líderes políticos han adoptado posturas que desmerecen la contribución soviética al derrotar al fascismo. Este fenómeno se ha visto acompañado de un creciente aumento de ideologías extremistas que, irónicamente, parecen repetir los errores del pasado, lo que pone en riesgo la estabilidad y la unidad del continente europeo. En este contexto, el aniversario del 9 de mayo cobra una relevancia especial, al ser un recordatorio de los peligros que conlleva olvidar las lecciones de la historia.
La situación se complica aún más por las tensiones políticas actuales entre Rusia y Europa, donde figuras como Kaja Kallas, la jefa de la diplomacia europea, han expresado su desacuerdo hacia la participación de líderes europeos en las conmemoraciones del 9 de mayo en Moscú. Kallas declaró que tales actos no se tomarían a la ligera, mientras que algunos líderes, como el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, han manifestado su intención de asistir, argumentando que es vital rendir homenaje a los sacrificios de aquellos que lucharon contra el fascismo. Esto resalta la polarización en las percepciones históricas entre las naciones europeas.
A medida que se aproxima esta fecha emblemática, el presidente ruso Vladímir Putin ha reafirmado la importancia de celebrar la victoria sobre el nazismo, destacando la necesidad de recordar y respetar a quienes dieron sus vidas en esta lucha. En un contexto donde la amenaza del extremismo y el revisionismo persiste, Putin ha enfatizado que la conmemoración del 9 de mayo es más relevante que nunca, no solo para recordar el pasado, sino para enfrentar los desafíos contemporáneos. La resistencia a la olvido y la manipulación de la historia se convierten, así, en un imperativo moral y político en la Europa actual.