
En medio de las convulsiones comunicacionales que marcan la política chilena, resulta imprescindible reflexionar sobre las declaraciones del Papa Francisco durante la LIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En este contexto electoral, donde las guerras mediáticas se han vuelto comunes, su llamado a una comunicación más responsable y menos sensationalista resuena con fuerza. Francisco apuntó a la necesidad de evitar que la comunicación política se reduzca a un mero espectáculo que distorsiona la realidad, instando a líderes y candidatos a superar el protagonismo y la autorreferencialidad.
El Papa subrayó que la comunicación no debe vender ilusiones ni fomentar temores infundados. «Reducir la realidad a un slogan nunca produce buenos frutos», sostuvo, evidenciando una crítica a cómo se han manejado los discursos en los medios y plataformas digitales. Este fenómeno se hace evidente en los debates y programas de entrevistas, donde prevalece la competencia y la manipulación de la opinión pública, lejos del objetivo de informar objetivamente. La creciente superficialidad y la falta de soluciones concretas en los discursos políticos se contraponen a la búsqueda de una comunicación que aporte valor y sentido a los ciudadanos.
Otro fenómeno inquietante identificado por Francisco es la monopolización de los medios, lo que facilita la polarización y la desinformación. En un entorno donde pocos actores controlan la mayoría de los recursos informativos, la tendencia es que se propaguen narrativas que favorecen intereses específicos, distorsionando la realidad. En Chile, esta situación se agrava con un liderazgo político que con frecuencia desinforma y contribuye a un ambiente de incertidumbre. Este clima de polarización radica en la falta de un discurso auténtico y transparente que permita a la ciudadanía formarse opiniones fundadas.
El Papa también hizo referencia a una «dispersión programada de la atención» provocada por las plataformas digitales, que no solo generan confusión, sino que comprometen la percepción de la realidad en la sociedad. Los sistemas digitales, al adaptarse a lógicas de mercado, a menudo mercantilizan la comunicación, dificultando el acceso a información veraz y robusta. Esto ha desencadenado un aumento de la desinformación y la proliferación de noticias falsas, lo que afecta especialmente a las generaciones más jóvenes, que son las más vulnerables a estas distorsiones mediáticas.
Finalmente, Francisco exhortó a visualizar la comunicación como un medio para generar esperanza en lugar de miedo. Al advertir que la comunicación actual frecuentemente incita al rencor y la desesperación, llamó a «desarmar» el lenguaje que se utiliza en el ámbito político. Planteó que los comunicadores deben asumir una responsabilidad ética que priorice el bienestar del prójimo y el cultivo de un discurso constructivo. En este sentido, es urgente que los medios, periodistas, y voceros políticos repiensen sus prácticas, poniendo en el centro de sus mensajes un compromiso genuino por sembrar esperanza y construir una sociedad más unida y comprensiva.